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Vestir a las mujeres española, mestiza y criolla de la Colonia. Paraguay 1811. Parte 2


Aunque en las Misiones no se llegó a realizar tejidos de lujo, los bordadores, y en especial los tejedores especializados, se adiestraban lo suficiente para poder reparar o reconstituir esos tejidos, cuando las piezas sufrían deterioro. Consta por otra parte que del tejido de algodón "se mandaba algo a Buenos Aires, para comprar lo que era necesario para el pueblo y para el ornato de la iglesia". Es decir, que existía un excedente de producción. Este extremo se halla confirmado por los inventarios al tiempo de la expulsión de los jesuitas. En ellos consta que en esa fecha existían en los almacenes de algunas Misiones cantidades de tejido que podemos considerar importantes; tal vez destinadas para la venta a las provincias de abajo; tal vez simplemente como reserva para emergencias. En los depósitos de la Misión de Loreto se hallaron "1.000 varas de lienzo y 1.000 de paño de lana"; en los de Concepción, 10.946 varas de lienzo ordinario y 392 varas del fino; en Mártires, 1.000 varas de tejido y 1.300 varas listadillo.
Los colores eran vegetales. (No tenemos datos acerca de si los jesuitas introdujeron modificaciones o mejoras en estas técnicas). Los indígenas conocían desde tiempos prehispánicos el uso de los mordientes, también naturales, consiguiendo tintes durables y vistosos.


De Artesanías del Paraguay y el Arte Barroco-Guaraní de Josefina Plá
Recopilación de otros textos. 
Grupo de Mandu'arä en la Recreación del 2015. 
Fotografía: Helen Gómez de la Fuente.

Shirley Gómez Valdez. 
Ensayo para la Recreación 2015. 
Fotografía: Valeria Canata.
En cada Misión había un taller donde era confeccionado y reparada la ropa del culto (mantelería de altar, roquetes, albas, estolas, casullas, capas, sobrepellices, etc.). Estos talleres estaban principalmente a cargo de mujeres, aunque el tejido era artesanía preferentemente masculina. Estas mujeres realizaban bordados y encajes necesarios para el adorno de esas prendas. Había también bordadores varones. Se bordaba en seda y en hilo de plata y oro. Sin embargo, es positivo que, de cuando en cuando al menos, se hacían venir prendas de esta clase del exterior. Un testigo habla de la habilidad con que las mujeres misioneras "tejían el punto de Flandes". Es muy posible que en esos talleres tuviese foco de aculturación importante el encaje de Tenerife, aclimatado bajo el nombre de ñandutí y elevado al rango de artesanía representativa merced al especial carácter que le imprimió el espíritu indígena. En Misiones seguramente tuvieron su arranque muchos motivos utilizados en otros estilos de encaje, también muy arraigados (malta, horquilla) en que hasta hoy es visible la huella renacentista.


Años después de la expulsión, un inventario de la ropa de culto y objetos afines, hecho en los trece pueblos de la gobernación paraguaya, daba como resultado un número considerable de casullas y capas de coro. De este enorme volumen de ornamentos sólo se conservaban un siglo después 2 o 3 casullas en museos o templos bonaerenses. Pero aún si hemos de juzgar por esos poquísimos ejemplares sobrevivientes, es preciso aceptar que la artesanía del bordado en oro y plata alcanzó en Misiones brillo extraordinario, rindiendo piezas de gran belleza. 

Se puede leer más sobre esto en: Los Jesuitas en el Paraguay - Informe de D. Mathias de Angles y Gortari.

La moda en España durante el siglo XVIII por Amelia Leira Sánchez del Museo del Traje de Madrid.
Museo del Traje Madrid
Durante el siglo XVIII Francia se convirtió en el modelo a seguir en todo lo referente a la moda, y por extensión la robe à la française, en el atuendo por excelencia de todas las cortes europeas. En el último cuarto de siglo la indumentaria tiende a una mayor simplicidad debido a la influencia inglesa, que puso de moda la vida en el campo y el paseo al aire libre, lo que hizo que los trajes fueran menos pesados y las faldas algo más cortas para una mayor comodidad. 

El aparatoso vestido "a la francesa" se reservaría para la corte. A partir de 1770 la variedad de prendas fue enorme, y en ellas influyeron factores tan dispares como la vestimenta masculina, el atuendo teatral o el gusto por Oriente y el este de Europa; gracias a todo esto se sucedieron distintas modas con denominaciones tan particulares como vestido "a la polaca", "a la turca", "a la circasiana"...

El nombre de polonesa, polonaise en francés, derivaba del uso de estilos procedentes de Polonia. Es posible que inicialmente hiciera referencia a los adornos realizados en piel o al hecho de subir un lado de la falda, una moda polaca que venía a su vez del traje turco. 

Formalmente la polonesa derivaba de una vestimenta más funcional de moda hacia 1770, la llamada robe retroussée dans les poches o vestido arremangado en los bolsillos, en el que se formaba un drapeado en la espalda. Su origen se encontraba a su vez en una costumbre de las mujeres trabajadoras, quienes recogían sus faldas para poder caminar y trabajar en la ciudad.
Existían diferentes tipos de polonesas: a la inglesa, italiana, francesa, circasiana..., según el tamaño de los paneles de la falda y los adornos empleados; también era frecuente un modelo corto utilizado para los viajes.

Vitrina Afrancesados y burgueses. Museo del Traje. Madrid

Para comprender como se surtían de diversos productos los comerciantes y estancieros de la Región, es importante acudir a los trabajos sobre el comercio, material como El Comercio y los conflictos fluviales (1780-1840) Tradición y desarrollo en el Alto Plata de Thomas Whigham analiza la circulación dinamizada durante el período colonial.

En los períodos en que la Corona sufría la disminución de plata al este de Potosí, con la consecuente pérdida de ingresos, aceptaba lo inevitable y otorgaba permisos a particulares para embarques de artículos importados desde Montevideo y Buenos Aires hasta el Alto Perú y por la exportación de plata que pagaba el quinto real.

Whigham escribe: Se estableció entonces el virreinato platense, que incluía a Potosí dentro de sus límites. La creación de esta unidad administrativa implicó el reconocimiento por parte de España del potencial económico que representaba esa ignorada parte del imperio, así como la voluntad del gobierno de defender dicha región contra la invasión extranjera. También supuso el surgimiento de Buenos Aires como el principal emporio del Plata (pese a la superioridad geográfica de Montevideo) y centro de la modernización de toda la región. De ahí en adelante, Buenos Aires actuó como catalizadora de la transformación económica de Corrientes y el Paraguay.

En el Alto Plata, el nuevo comercio estuvo mucho tiempo confinado a los puertos de Asunción, Corrientes y Concepción, este último importante sólo como puerto para la yerba en tránsito. Candelaria, puerto jesuítico del Alto Paraná, perdió su importancia después de la expulsión de la orden religiosa en 1767 y de la subsiguiente disminución de su población indígena.

Asunción era el principal puerto del Paraguay. Ubicado en un protegido recodo del Río Paraguay, cerca de su confluencia con el Pilcomayo, la ciudad era también el puesto de avanzada español más antiguo en la región, ya que había sido fundada en 1537. Aunque el comercio de la capital del Paraguay era impresionante, Asunción seguía siendo una comunidad rústica. Los muelles y otras instalaciones portuarias eran inicialmente construcciones precarias, hechas de cualquier madera disponible. Debido a los bancos de arena y las periódicas inundaciones, los muelles permanentes resultaban poco prácticos para los asuncenos. Los estibadores transbordaban la carga a la costa en pequeños esquifes o balsas.

Los indígenas peones o los esclavos negros debían transportar luego las mercaderías en carretas tiradas por bueyes a la aduana, para ser pesados y gravados, y de allí los embarques eran enviados al mercado, depósito o residencia del consignatario. A excepción del  contrabando, cargado clandestinamente en barcos que pasaban a cierta distancia de la ciudad, todo el tráfico fluvial altoplatense era manejado rutinariamente de esta manera. Estas tres ciudades funcionaron como los principales centros de comercio del Alto Plata hasta fines del período colonial. Grupos de comerciantes formados por inmigrantes vascos y catalanes fueron transformando las somnolientas villas coloniales en bulliciosas comunidades urbanas. Los comerciantes peninsulares formaron una nueva élite, con liquidez de capital y acceso al apoyo gubernamental.

Cada rubro del comercio altoplatense dependía de la concesión de créditos a los clientes grandes y pequeños, y ésto colocaba a los comerciantes en una posición difícil, como acreedores o deudores. Pero en algunos casos hacían fortunas considerables. El más exitoso entre ellos fue Joseph Coene de Ghent, un hombre que había vivido en América del Sur una década antes del establecimiento del virreinato. Contrajo nupcias con una mujer de la tradicional élite paraguaya y obtuvo una encomienda de indígenas. Coene dirigió una de las casas comerciales más grandes de Asunción: comercializaba vino, perfumes y otros artículos de lujo y exportaba yerba y tabaco por su propia cuenta a las provincias de abajo. Josefa, la nieta de Coene, se casó con Fernando de la Mora, otro miembro de la élite criolla y una importante figura en la lucha por la independencia del Paraguay.

El mismo modelo comercial continuó en el nuevo siglo. Existía una lista de exportación bastante completa hacia 1800. 

Todos comprendieron que Buenos Aires era clave para el desarrollo regional. Aunque pequeño comparado con los europeos, el mercado porteño promovió eficazmente la modernización de las provincias del Litoral, absorbiendo la mayor parte de las exportaciones altoplatenses. Los comerciantes porteños y los prestamistas eran conscientes de su rol fundamental en este negocio y actuaron de acuerdo con ello. Las ganancias de la yerba eran tan altas que el Consulado de Buenos Aires y el Virrey consideraron aconsejable nombrar, en 1806, a un representante en la lejana Concepción. Los porteños tenían, además de la confianza del virrey, el capital en metálico para comerciar. Los comerciantes de Buenos Aires siempre tenían más influencia sobre las autoridades que aquellos del Alto Plata.

El comercio de un monopolista. Volumen, contenido y sentido de la circulación, según un estudio de caso (Río de la Plata, 1770-1820) de Mariano Martín Schlez, nos presenta a un comerciante mayorista español, radicado en Buenos Aires, Diego de Agüero, pasando por datos, observa que la cuantificación de los caudales dirigidos desde el Río de la Plata (Buenos Aires y Montevideo) a Cádiz entre 1770 y 1820 superó el millón de pesos fuertes de América (1.163.633) y con eso afirma que estaríamos frente a uno de los principales comerciantes rioplatenses, otro trabajo, Comerciantes en Río de la Plata pre-virreinal. El caso de Domingo de Basavilbaso de Fernando Alberto Jumar (2011), presenta a otro de los comerciantes más exitosos de mediados del siglo XVIII en la región Río de la Plata, sistematiza, mediante los registros, el comercio de este mercader rioplatense.
Mariano Martín  afirma: Agüero se especializó en el comercio de géneros textiles: con un 95,82 %, la presencia de las telas y confecciones sobrepasa elocuentemente a la mercería (2.94 %), artículos de lujo (0,52 %), sombreros (0,41 %), libros (0,12 %), mercancías religiosas (0,10 %) y acero (0,05 %). 
Compartimos los gráficos del trabajo de Mariano Martín Schlez de cuáles eran específicamente los géneros comercializados. Para reconstruir y medir la importancia de los diferentes géneros traficados apeló a las partidas de registros de navíos, que ofrecen información de los volúmenes, procedencia (aunque no siempre) y valor de aforo (operación de reconocer las mercancías, verificar su naturaleza y valor, establecer su peso, cuenta o medida, clasificarlas en la nomenclatura arancelaria, determinando los aranceles e impuestos que les son aplicables.).


Para cerrar con esta entrada y atendiendo que lo que venía de Europa nos llegaba pasando primero por la capital Porteña, compartimos dos trabajos más acerca del vestir de las españolas y criollas en la época.
Patrón y descripción del estilo imperio en esta entrada.

Vestido Imperio. Museo del Traje. Madrid. 1805-1810
Abriendo baúles y desempolvando guardarropas. (me generó sorpresa el parecido del nombre de este articulo con el de nuestra primera fuente, Abrir baules y roperos de Milda Rivarola 1994) Mujeres y prácticas del vestido en el Buenos Aires virreinal. 2016 María Marschoff y Melisa A. Salerno, las escritoras expresan que los autores en este tema sostienen una cierta estabilidad de las formas de vestir comúnmente asociadas con las mujeres blancas durante el siglo XVIII.  

Describen la coexistencia de estilos españoles y franceses, así como la inclusión de rasgos ingleses, tal como habría sucedido en España. A lo sumo, algunos trabajos sugieren cambios en el peso relativo otorgado a las distintas tendencias a lo largo de los años. El momento de mayor cambio identificado suele corresponder ya con el período independiente, desde 1810 en adelante. Los antecedentes sostienen que la forma de traje dominante fue el conocido como «nacional español», compuesto por pollera y jubón. Si bien el estilo francés se habría hecho presente en España y sus colonias desde principios del siglo XVIII, algunos trajes característicos -como déshabillés y batas- habrían adquirido fuerza. 

De esta manera, se señala de forma reiterada que mientras el traje español se habría conservado para la calle y la Iglesia, el francés se habría reservado para las salidas en carro y las fiestas, entre otras ocasiones.

Como ya habíamos compartido en otra entrada, Rosana Leonardi (esta es su página) en su ponencia sobre la moda en Buenos Aires entre 1800 y 1810, nos grafica los indumentos femeninos y masculinos de la época por décadas, refiriéndose a que el talle imperio que llegó al Río de la Plata en los últimos años del virreinato de la mano del reformismo borbónico liberó al cuerpo femenino de sujeciones tiranas. Las más jóvenes adoptaron la nueva moda de inmediato aunque fuera resistida por los sectores más tradicionales.

En el caso de las clases subalternas, la indumentaria utilizada por las mujeres se resumía en unas pocas piezas que permitían el movimiento: blusa y falda ahuecada con enaguas, los llamados textiles de la tierra solían ser la materia prima para la elaboración del vestuario de este sector social.

A continuación tutoriales de costura, patrones, instrucciones, descripciones de telas y trucos que nos sirvieron para hacer nuestro atuendo histórico lo más fiel posible y de la forma más sencilla. AREVE se fue formando como grupo en el que todos estamos invitados a aprender, con estos retazos del ayer, no importa no saber de recreación, ni cómo se cose un botón. Nosotros tampoco lo sabíamos cuando comenzamos. Museu de la moda CATALUNYAVestir a las mujeres de la Colonia. 1811. Corte Imperio, estilo regencia.

Fotografías Varias de las Recreaciones del 2015 al 2017.











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